La autoexigencia es el nivel de esfuerzo que te impones para sentirte satisfecha con los resultados.
De entrada no parece algo negativo, ¿verdad? De hecho, no lo es. Alcanzar metas provoca satisfacción y refuerza el amor propio.
Pero hay un matiz que hace que la autoexigencia pase de benefactora a carcelera. Y es la motivación que nos mueve a hacer las cosas. Lo importante no es tanto lo que hacemos, si no, para qué lo hacemos.
Te pongo un ejemplo para entenderlo mejor. Recaudar fondos para los menos favorecidos, puede ser una noble actividad. Hacerlo con el objetivo de blanquear dinero, lo hace mucho menos noble.
Como ves, el acto es el mismo, pero el lugar desde dónde parte, la motivación, es muy diferente.
Lo mismo sucede con la autoexigencia. Podemos evaluar si nos beneficia o perjudica, basándonos en lo que nos lleva a exigirnos, en lugar de hacerlo en base a los resultados que genera.
1. Tipos de autoexigencia
- Autoexigencia adaptativa o constructiva
Es la que te favorece a la hora de adaptarte al medio.
Invertir recursos en lograr objetivos que apoyen nuestro crecimiento y bienestar hacen de este tipo de exigencia algo constructivo.
Un ejemplo de autoexigencia constructiva. Te propones bajar 5 kilitos para sentirte más ligera y con más vitalidad.
Está claro que de entrada te va a suponer un esfuerzo, pero tu motivación es tu salud, así que bien lo vale. Cuando consigues tu objetivo puedes rebajar el nivel de exigencia y disfrutar de lo conseguido.
Además la autoexigencia adaptativa es un factor protector. Es la que hace que no te conformes con un trabajo donde te explotan o con una pareja que te maltrata.
La autoexigencia es constructiva cuando te aporta más de lo que te resta.
- Autoexigencia desadaptativa o destructiva
En lugar de favorecernos, nos tiraniza y resta bienestar, por lo que empeora nuestra adaptación al medio.
Si la inversión de esfuerzo es desmedida, o poco realista, y el resultado nunca te satisface, esta presión va a ir en contra de tu salud y de tu equilibrio convirtiéndose en una autoexigencia destructiva.
Si perder esos 5 kilitos te trae por la calle de la amargura, te impide disfrutar de la vida y relacionarte de una manera saludable…entonces, el problema no es tu peso, es tu nivel de autoexigencia y la motivación que lo hace crecer.
La autoexigencia es destructiva cuando te resta más de lo que te aporta.
2. ¿Me exijo demasiado?
El límite entre un tipo de autoexigencia y la otra, lo pones tú. Es un rasgo subjetivo y depende de cada persona. Lo que para una es un esfuerzo muy positivo, para otra es desmedido.
Para ayudarte a distinguir entre estos 2 tipos de exigencia, podríamos comenzar diciendo que es desmedida cuando va contra tu propia naturaleza.
Pero, ojo, tu naturaleza no es solo tu biología, si no también tu psique y tu entorno.
Por eso en Psicología explicamos los fénomenos desde el › modelo biopsicosocial.
BIO
El esfuerzo va contra natura en función de la energía vital que tengas en ese momento. No es lo mismo esforzarte a salir a correr un día corriente que un día en el que tienes un gripazo.
PSICO
La exigencia depende del resto de rasgos de tu personalidad. La ansiedad que puede provocar hablar en público, no será la misma para una persona extrovertida que para una introvertida.
SOCIAL
La influencia que tiene tu entorno a la hora de exigirte. Que en un día de bajón te fuerces a quedar con tus amigas, porque sabes que te va sentar bien, no es lo mismo que hacerlo por miedo a que te critiquen si no quedas.
En la sociedad actual los logros están premiados y bien vistos.
Cuánto más haces, más tienes (títulos, pertenencias, conquistas…) y cuánto más tienes mejor valorada estás.
Y ahí está la auténtica clave. ¿Tu autoexigencia la marcas tú, a consciencia, porque te compensan esos logros? ¿O es una tirana inconsciente con la que intentas encajar y que te aprueben?
Fíjate que desde bien pequeñas nos promueven la comparación y la competición con el objetivo de destacarnos. Pero…¿destacar en qué? ¿Quién pone las normas?
¿Tu experiencia humana ha de reducirse a que se te vea ideal, tengas un trabajo de renombre y tu familia luzca perfecta? Si realmente este es tu propósito de vida, genial, tienes derecho a que así sea. Pero, ¿y si no lo es?
¿Y si la sociedad del consumismo y del aparentar te ha ido arrastrando y condicionando para que creas que eso es lo que quieres, sin proporcionarte tiempo y espacio para que te conozcas y descubras lo que realmente te aporta valor personal?
Si te estás forzando a entrar en un molde en el que no encajas, entonces la autoexigencia es desmedida y no compensa.
Y te está desgastando por el camino, dejándote sin energía ni ganas para lo que de verdad te importa.
3. La autoexigencia destructiva te bloquea
Y tiene varias formas de hacerlo:
- Tanto que quieres hacer, que te paralizas y no “haces nada”.
Comienza, entonces, el machaque por estar perdiendo el tiempo, lo que te genera un malestar y un desgaste mayor que si simplemente te pusieras a hacerlo.
No consigues moverte porque te ves abrumada por “Todo lo que tengo que hacer”, pero no consigues descansar en esa inactividad porque estás presa de la fatiga ansiosa de los “Debería…” y los “Tengo que…”
- De entrada te pones el listón tan alto que te derrumbas a medio camino o al poco de empezar.
Empiezas con un impulso de motivación, te organizas, en tu cabeza todo cuadra…pero, por lo que sea, en la vida real no es viable.
Tú crees que sí que lo es, pero que el problema eres tú, tus defectos, tu falta de constancia…
La decepción es tan grande que abandonas…y también te abandonas a ti.
- Lo que te propones lo haces. Pero te acabas enganchando al “hacer”.
Te evades a través de la acción.
Tan pronto acabas con la lista de tareas pendientes, empiezas una nueva. Sin dejar tiempo para la reflexión o para evaluar el sentido de lo que haces.
Te acostumbras a mantenerte ocupada porque te hace sentir bien y útil. Si te paras conectas con tus vacíos y con tus conflictos internos. Por eso verte sin actividad te genera ansiedad y rápidamente buscas ocuparte para librarte de ella.
4. Señales de que la autoexigencia te está pasando factura
Tu cuerpo es un maquinón, pero necesita de un buen combustible para responder. No es lo mismo presionarlo por motivación que por castigo.
Préstale atención, porque te va a avisar de cuándo estás cruzando la delgada línea roja a través de estos marcadores.
- Físicos
- Hiperactivación: ansiedad, inflamación, estado de alerta constante, fácil sobresalto…
- Tensión muscular, contracturas recurrentes, rigidez en la postura.
- Bruxismo, tensión en la mandíbula, dolor de cabeza y cervical.
- Digestiones pesadas, acidez.
- Dificultad para descansar y reponerte, fatiga continuada.
2. Mentales
- Dificultad o imposibilidad para desconectar de tareas u objetivos pendientes. Lo que vendría a ser el clásico “No me descansa la cabeza”. Solo se calma si haces más, si te mantienes ocupada.
- Perfeccionismo: Nunca es suficiente. Te propones un objetivo pero cuando lo consigues te parece poco y no lo valoras. O directamente pones el listón tan alto que no es alcanzable.
- Continua autocrítica y juicios crueles hacia tu persona: “Mira que soy tonta, otra vez metiendo la pata, si es que no valgo para nada”
- Pensamientos que justifican el autocastigo: “Normal que me echaran del trabajo, soy una inútil”
- Necesidad de control, hasta de lo que no está en tus manos, como las opiniones de los demás.
- Pensamientos obsesivos: “Tengo que adelgazar estos 5 kilos o no le voy a gustar a mi pareja y me va a dejar”
3. Emocionales
- La culpa, eterna compañera de la autoexigencia destructiva.
- Frustración, insatisfacción…te cuesta mucho disfrutar.
- Angustia, causada por la preocupación constante.
- Rabia: es gasolina para alimentar el fuego de la autoexigencia. Puede ser dirigida hacia ti misma, proyectada al exterior o ambas.
- Dolor y tristeza: no consigues reconfortarte por ti misma, ni descansar en tu amor propio.
Si experimentas varios de estos marcadores puede ser que tu autoexigencia sea más destructiva que constructiva.
Hay épocas para todo, pero si este rasgo de personalidad te acompaña de forma regular y negativa a lo largo de tu vida, es bastante importante que le prestes atención y lo trabajes, porque no se detiene por sí solo.
Y si no te parece razón suficiente todo el malestar que provoca, he de decirte que este cóctel molotov es un factor de riesgo en múltiples patologías, tanto mentales como físicas.
Con esto no pretendo asustarte, si no que tomes consciencia y que tomes cartas en el asunto haciéndote responsable de tu salud y tu felicidad.
Has crecido en una sociedad que premia la productividad y castiga el descanso. Pero no tienes porqué dejarte llevar por esos estándares si te das cuenta de que no te representan o te perjudican.
5. ¿De dónde viene tanta autoexigencia?
Si este rasgo está muy presente en ti, puede ser que en algún momento haya favorecido tu supervivencia y por eso se fijó en tu personalidad.
Tal vez surgió como un mecanismo para recibir valoración o seguridad en etapas tempranas de tu desarrollo.
En la infancia germinan muchas de las creencias que pilotan la vida adulta. También las relacionadas con la autoexigencia.
Ya sabes que › el autoconocimiento te da libertad para elegir, así que te invito a indagar sobre lo que dice de ti la autoexigencia, a través de estos puntos.
- ¿Eran rígidos tus cuidadores? ¿Te premiaban y mostraban afecto cuando cumplías los logros que para ellos eran valiosos? Como verte bonita, ser obediente, sacar buenas notas…
¿Te castigaban con dureza (insultos, golpes, desprecio…) cuando cometías errores? ¿Te retiraban su afecto cuando no hacías las cosas como ellos querían?
¿Los escuchabas juzgando cruelmente a otros familiares, amigos, vecinos? ¿Te comparaban con alguien?
Muchas personas que se crían en entornos rígidos, restrictivos o abusivos adoptan el rasgo de la autoexigencia destructiva. Porque es lo que han mamado. Integran que es “Lo correcto, lo que hay que hacer”.
La necesidad de pertenecer al clan responde al instinto de supervivencia.
Hacemos nuestras las normas del sistema familiar, para ser aceptadas en él.
- Paradójicamente, la autoexigencia también se da como producto de un escenario totalmente opuesto.
Si el hogar de tu infancia era un caos, si no había un orden o estructura de seguridad, puede ser que te fuerces a construírla tú a lo largo de tu vida para evitar conectar de nuevo con el dolor de la desprotección, asociando que cuánto más controles más segura estarás.
Si creciste en un entorno que no te supo apoyar y reconocer emocionalmente, y tú te has creído que no eres valiosa o digna de amor, es muy probable que hagas un sobreesfuerzo para que “no se note” exigiéndote de más para intentar demostrar que sí tienes ese valor.
La necesidad de control constante para intentar evitar que:
«Si no me meto caña soy un desastre»
- ¿Eres muy sensible? ¿Asocias esta sensibilidad con fragilidad o debilidad? ¿Eso fue lo que te enseñaron?
Porque entonces es fácil que busques reprimir esa sensibilidad hasta el extremo, con un esfuerzo titánico, para protegerte de tu vulnerabilidad.
Esto te niega y te lleva a forzar en lugar de fluír con las emociones y guiarte por sus mensajes.
Reprimir tu naturaleza genera una presión muy grande, lo que te convierte en una bomba de relojería.
- ¿Es muy importante para ti la opinión de los demás sobre tu persona? ¿Ocultas tus fallos a cualquier precio?
“Los trapos sucios se lavan en casa…”
¿Crees que si no consigues X no serás digna de amor?
La autoexigencia puede enmascarar una › búsqueda de aprobación externa en las personas que no saben obtenerla por sí mismas.
Cuando recibimos la aceptación del exterior llega un estado de calma transitoria porque “Lo estoy haciendo bien”.
Hasta que llega la siguiente obsesión, claro.
Me encanta el artículo, llega en el momento idóneo, en el que mi pronoia cree que el universo nos regala este impás, para soltar amarras y mirar hacia dentro, para ver cuál es la esencia real, lo que de verdad importa y dónde debemos de trabajarnos más… si, una auténtica montaña rusa que se hace mejor en tu compañía.
De pronto me he leido en muchas de las frases del artículo… pero dejaré a un lado a Scarlata O’Hara y su «ya lo pensaré mañana» porque mañana espero, gracias a las herramientas adecuadas, a ti, estar en el lugar que me hace feliz.
«Soltar amarras y mirar hacia dentro…» Me gusta como suena eso.
¡Muchas gracias Pilar! ♥
Estaba en el párrafo de » rabia» cuando me doy cuenta de que me estoy mordiendo las muelas. Y ese bruxismo desencadena un dolor de oído ( derecho sobre todo) horrible.
Estoy todo el día a vueltas con el » tengo que…» y NO, no tengo a nadie que me exiga nada. Es mi autoexigencia destructiva la que me cautiva con sus malas artes.
Qué buen artículo Mila!! ???.
Cuánto para pensar ?.
Y razonar… Ahora que tenemos más tiempo para dedicarnos.
Mil gracias por dedicarnos tu tiempo
¡Mira cómo te pillaste ahí! De eso se trata, de ir ganando consciencia…
Gracias por compartir tu experiencia Silvia
Qué bueno Mila! En mi caso la clave es preguntarme para qué esa autoexigencia. Y me respondo: para estar bien conmigo mismo. ¿Y por qué? Porque me siento satisfecho una vez que lo hago. Ya ¿y por qué? Y entonces empiezo a dudar… ¿Por ver la tarea finalizada? ¿Por no vivir con la tarea pendiente? ¿Porque el resultado me traerá equilibrio y calma? Puff…Nada de eso parece muy sano ¿no? Lo que sí me ayuda y es muy sano es preguntarme todas estas cosas. Y notar que la respuesta no importa tanto también da mucha tranquilidad. Gracias Mili… Un besazo.
¡Totalmente Manu! Ese proceso de autoindagación que haces es el que te ayuda a distinguir si la autoexigencia te aporta calma o te la resta.
Bien por ti y muchas gracias por compartirlo con tanto detalle, seguro que más de un@ se identifica con lo que cuentas y le aporta valor