Aprender a gestionar las emociones comienza por definirlas.
Una emoción es una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de un efecto o sensación a nivel corporal.
Cuando experimentamos una emoción segregamos substancias químicas que nos hacen sentir de una determinada manera y que nos predisponen a realizar una acción u otra.
Si algo te provoca miedo tu cerebro interpreta que hay un peligro y que debe activar un mecanismo de supervivencia como el de lucha o el de huida. Para ello bombardea tu cuerpo con adrenalina y otras substancias que te predisponen al movimiento potente.
Tú lo notas sintiendo una gran energía disponible y activación física.
¿Y si lo que te provocó miedo fue un pensamiento y no una amenaza real del momento presente?
Pues vas a reaccionar igual.
Obviamente no tiene la misma intensidad la reacción al miedo de “Espero no quedarme dormido mañana para el examen”, que la de “Ese coche viene hacia mí y parece que no tiene frenos”.
Resumiendo, las emociones son intermediarias entre lo que experimentamos y lo que hacemos.
El programa de televisión «Redes» dedicó un episodio entero a este tema.
Es un poco antiguo pero incluye conversaciones muy interesantes con algunos de los pioneros en el estudio de la inteligencia emocional. Te dejo el enlace.
1. ¿Por qué es importante aprender a gestionar las emociones?
No es que sea importante, es que es fundamental.
Necesitamos aprender a gestionar las emociones porque nos permiten sobrevivir, evolucionar, vincularnos…
Forman parte de nuestra naturaleza igual que el respirar o la necesidad de nutrirnos.
Indispensable si además eres una › persona altamente sensible.
Obviar la información que nos proporcionan las emociones provoca graves carencias y conflictos psicológicos o físicos.
Hasta hace poco no solo no se les daba importancia, si no que se las depreciaba.
Eso sí que es una locura.
El exceso de racionalización y la supremacía de la inteligencia cognitiva hizo creer a muchas generaciones que las emociones eran signos de debilidad y que lo mejor era reprimirlas y ocultarlas.
Por suerte, en el último siglo se realizaron múltiples investigaciones que echaron por tierra esta visión obsoleta.
Especialmente cuando se incorporó la › inteligencia emocional a la clasificación de las inteligencias múltiples.
Aún así, estos avances son relativamente recientes y los cambios sociales son muy lentos, así que la mayoría de nosotras nos criamos en la ignorancia emocional.
¿Cómo nos iban a enseñar nuestros padres algo que desconocían?
Tampoco en los colegios se nos inculcó la importancia de aprender a gestionar las emociones.
Ya te conté en este artículo › Cómo influye nuestra infancia y juventud en nuestro presente.
De ahí que, lo habitual, es que no sepamos identificar nuestras emociones ni canalizar el mensaje que nos traen.
2. ¿Por qué hablo de aprender a gestionar las emociones y no de aprender a controlarlas?
Las que venís a consulta sabéis que es un tema que me gusta puntualizar.
Controlar habla de constreñir, restringir o limitar. Y precisamente ese el problema con las emociones.
Nos cuesta aceptar su naturaleza espontánea y dinámica.
Todo lo queremos etiquetar y meter en la caja de la certidumbre.
Y así la vida nos pega los meneos que nos pega cuando olvidamos que su naturaleza también es dinámica y cambiante, al contrario de lo que nuestra mente controladora nos hace creer.
Aprender a gestionar las emociones nos ayuda a darles espacio en nuestra vida, entender su lenguaje y canalizarlas.
Intentar controlar las emociones me parece un acto de › autoexigencia destructiva.
Por supuesto, si tu rabia te lleva a querer maltratar a alguien, contrólate. Pero estarás controlando la conducta provocada por la emoción, no la emoción en sí misma.
Gestionar esa rabia es observarla, entender de dónde viene y canalizarla sin dañar a otr@s o a ti.
Así que si tu idea es que la inteligencia emocional significa controlar las emociones, para solo sentir las agradables y eliminar las perturbadoras…let it go amiga, let it go.
3. Identificar: el primer paso para aprender a gestionar las emociones
Pregunta relámpago. ¿Cuál ha sido la última emoción intensa que has experimentado?
Puede que hace 5 minutos, 3 horas o ahora mismo.
¿Podrías ponerle nombre?
El 90% de las veces que hago esta pregunta la respuesta es “No sé” o “Me siento bien/mal/normal.”
Cuando aprendemos a detectar las emociones, también entendemos su función y nos cuesta menos transitarlas, o lo que es lo mismo, dejar que hagan su trabajo y que pasen.
Porque no hay emociones negativas y positivas, si no emociones que nos resultan agradables y otras que no tanto.
También hay emociones que nos ayudan a adaptarnos al medio y otras que son desadaptativas.
Distinguirlas es lo primero que necesitas para aprender a gestionar las emociones.
Hay muchos modelos y maneras de clasificarlas, pero vamos a ir a lo básico, a las 6 emociones primarias.
Antes tengo que hacer un alto en el camino y contarte que nacemos con este registro emocional, pero que el cerebro es plástico y va moldeando sus reacciones en función de nuestros aprendizajes y experiencias.
Esta plasticidad es mayor cuando somos niñas, pero continúa toda la vida. Nunca dejamos de aprender y nuestro cuerpo no deja de renovarse y cambiar las asociaciones emocionales.
Por eso mi manera de vivir la alegría no tiene porqué ser como la tuya, depende de lo que cada una tenga conectado a esa emoción.
Igualmente, el modo en el que mi cuerpo reacciona a la alegría y como la siento en mis carnes, puede ser diferente a la tuya.
Así que, la idea para aprender a gestionar las emociones es que te observes y veas como se manifiestan en ti, en tu modo de sentir y en tu cuerpo.
Pero claro, para eso están los modelos generales, para utilizarlos de referencia.
Te propongo dos en el siguiente punto.
4. Sistemas básicos para identificar las emociones
Diferenciar en ti las más básicas, innatas y universales te será de gran ayuda para aprender a gestionar las emociones. Son estas 6:
Miedo, tristeza, ira, alegría, sorpresa y asco.
Cada una tiene su función de adaptación, es decir, nos ayudan a sobrevivir y a cubrir nuestras necesidades.
- Miedo: avisa de un peligro y nos activa para afrontarlo.
- Tristeza: anuncia una pérdida y nos ayuda a procesarla.
- Ira: detecta un ataque y prepara nuestra defensa.
- Asco: señala el rechazo a algo y evita que pueda dañarnos.
- Sorpresa: reacciona ante un evento inesperado para clasificarlo.
- Alegría: premia los eventos que favorecen nuestro bienestar y los refuerza.
Con el tiempo y la práctica te darás cuenta de que, en función de la intensidad y el momento, van adquiriendo nuevos matices que las hacen más ricas y amplían el mensaje.
Por ejemplo, sentir terror y temor no es lo mismo, ni te dirigen a las mismas acciones a pesar de que ambas las identifiques como «miedo» en un inicio.
También trabajan en equipo formando emociones complejas y a veces se enmascaran unas a otras.
Ahora te presento un mapa corporal de las emociones.
Otra forma para detectarlas y aprender a gestionar las emociones, ya que cada una se siente de determinada manera en el cuerpo.
Este mapa es el resultado de una › investigación finlandesa en la que se pedía a los participantes que marcaran dónde sentían con más intensidad sus emociones.
Descubrieron que el 70 por ciento coincidía en las mismas zonas, que son las que ves coloreadas.
Así, si te cuesta identificar las emociones poniéndoles nombre, puedes hacerlo en función de dónde las sientes.
Tal vez te cueste detectar cuándo sientes ira, pero si notas las mandíbulas apretadas, el cuello tenso y calor en la parte superior del torso, puede que la notes más fácil.
Ya tienes mucha información para aprender a gestionar las emociones. Ponla en práctica para que te pueda ser útil.
En próximos artículos te cuento más, pero por ahora tienes trabajo.
Y si ves que la inteligencia emocional se te hace bola o prefieres acelerar el proceso › escríbeme, para eso estamos. ♥
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