Elegir ser una misma, es la manera más sana de relacionarse.
“Buff, Mila, pero eso es un poco egoísta ¿no?”
1. ¿Cómo nos influyen nuestras relaciones?
Desde muy pequeñitas vamos aprendiendo el lugar que ocupamos en las relaciones. Desarrollamos nuestro mundo interior en función del reflejo de nosotras mismas que nos devuelve el mundo exterior.
Comenzamos a forjar nuestra personalidad en la infancia y la juventud según lo que interpretamos de nosotras mismas en esas primeras relaciones significativas.
› Si no revisamos y limpiamos las creencias que asimilamos cuando nuestras mentes aún estaban inmaduras, fácilmente nos seguirán lastrando en la vida adulta.
Si la niña que fuiste sigue llevando el timón en tu vida actual,
puede mantenerte a la deriva o atracando en los mismos puertos, por mucho que te disguste.
Te pongo algunos ejemplos de cómo nuestras principales relaciones nos condicionan a lo largo del proceso madurativo. Así lo entenderás mejor y puede que te identifiques con alguno.
2. Relaciones familiares
La familia es el primer contacto con el mundo y sus leyes.
Independientemente de las cartas que te hayan tocado, aquí siempre hay tomate.
En los primeros años de vida, se forma la base de la que va a ser nuestra psique, por eso es importante tener una idea de las asociaciones que hiciste por aquel entonces.
¿Cómo percibes, o sientes, que fue tu crianza?
⇒ Quizás creciste en un hogar donde recibiste tanto el soporte como el cariño de tus cuidadores.
Algunas personas criadas en este escenario sienten que llevan consigo la carga de unas expectativas muy altas puesto que se les han dado grandes oportunidades.
Otras, sufren fuertes frustraciones cuando exigen a la vida y a al resto de sus relaciones el mismo nivel de comodidad con el que crecieron.
⇒ Puede que sí hubiera soporte, pero no afecto.
Si en tu casa lo importante era que tuvieras un techo y unos recursos, pero el cariño y el reconocimiento no llegaban, es probable que hayas asimilado que el amor es sacrificio y que reprimas tu emocionalidad porque la consideras debilidad.
O, todo lo contrario, puede que esa carencia te lleve a querer gustarle a todo el mundo, lo que te asegura un drama tras otro.
Esto genera una importante vulnerabilidad, una sensación de no tener red de seguridad, que puede que enmascares con rebeldía, pensando que no necesitas de nadie y que por ello te cueste exponerte y vincularte de manera profunda.
Si, consciente o inconscientemente, te culpaste del abandono, puedes replicar la experiencia mediante hábitos autodestructivos, como las adicciones.
O tal vez › desarrollar una marcada autoexigencia para intentar asegurarte de que no vas a volver a vivir ese caos.
La influencia de nuestras relaciones en nuestro entorno de crianza es muy amplia y se puede manifestar de muchas maneras. Aquí te he expuesto algunas de las combinaciones que más veo en consulta, por si algo hace click y te mueve a seguir indagando.
3. Relaciones en el grupo de iguales
› El grupo de iguales es, tras la familia, la segunda gran fuente de socialización y de extracción del significado de la vida.
Compuesto por tus compis de clase, amig@s, vecin@s…es decir, por aquellas niñ@s de similar edad y estatus, que formaban parte de tus relaciones cotidianas.
No te diste cuenta en el momento, pero en base a compararte y a diferenciarte de ell@s fuiste fijando tu identidad.
Hoy se sabe que las etiquetas que nos pusieron, y que nos pusimos, a temprana edad y en la adolescencia, pueden ser muy limitadoras o potenciadoras en la vida adulta, influyendo directamente en el papel que representamos en nuestras relaciones.
¿Qué rol que desempeñaste en la escuela o el instituto, te marcó?
Conocemos la superficialidad de los primeros años. Parecía que, si la naturaleza te bendecía con la belleza, ya podías tenerlo todo. Por lo menos todo lo que importaba en aquel momento, que era popularidad y aprobación.
Muchas personas que llevaron esta etiqueta cuentan que, debajo de la altanería que mostraban, había un gran dolor por sentirse un trofeo al que la gente solo se acercaba por interés. También, que llegaron a creer que su único valor era una cara bonita, cargándose así de presión e inseguridades.
∴ La «listilla»
No fardaba mucho la inteligencia en aquella época…solo se acudía a las empollonas por sus deberes, siempre hechos. Incluso, algunas profes, las tildaban de “repelentes”. No encajaban ni en el mundo de los niños ni en el de los adultos, así que habitualmente se centraban en los libros y en los objetivos académicos, perdiendo parte del disfrute del juego y la inocencia.
Vivir así esta etiqueta, puede llevar a una gran competitividad y exigencia personal, el cóctel perfecto para la ansiedad y las compulsiones.
∴ La «rarita»
Inadaptada por naturaleza en un sistema que nos quiere a todas iguales. Más te valía esforzarte en tejer tu capa de invisibilidad para no hacer mucho ruido, no ser vista y evitar las burlas y el acoso.
Si esta eras tú, sabes de sobra lo difícil que se te hizo este aislamiento hasta que te acostumbraste a vivir en tu mundo interior, donde todo era más fácil, donde podías ser tú.
Crecer en este estado de desarraigo y desconfianza es el caldo de cultivo ideal para generar dificultades relacionales y conflictos con el orden social.
Y como estas figuras, otras tantas.
Todas buscábamos ser aceptadas y valoradas, pero ninguna se salvó de las marcas de guerra del camino. Mirábamos a la del lado pensando que lo tenía más fácil, pero cada una con lo suyo…
4. Las primeras relaciones amorosas
¡Qué peligro! Cuando aún no tenemos nada claro nuestro “yo”, empezamos a experimentarnos desde el “nosotros”.
Supongamos que comenzamos a tener las primeras relaciones entre los 15 y los 25. Y me refiero a todo tipo de relaciones; platónicas, consumadas, esporádicas, comprometidas…la forma solo es el marco de referencia desde donde gestionamos nuestra capacidad de recibir y dar amor.
La falta de autoconocimiento, amor propio y autocuidado probablemente nos lleve a relacionarnos desde la carencia, es decir, lo que no podemos darnos por nosotras mismas lo buscamos fuera.
¿Alguno de estos casos te representa?
…me resultará muy incómodo y doloroso tomar decisiones y llevarlas a cabo. Es probable, entonces, que escoja una pareja que decida por mí y me lleve de la mano, aún a riesgo de no desarrollar mis fortalezas y caer en la dependencia.
Y eso en el mejor de los casos, porque todas conocemos la peligrosidad de esta combinación.
⇒ Si soy autoritaria y tengo una personalidad fuerte…
…es fácil que escoja una pareja de personalidad sumisa que sirva de saco de boxeo de mis frustraciones y que, a pesar de ello, decida quedarse conmigo, porque tendrá el mismo pánico que yo a no ser aceptada y quedarse sola.
⇒ Si me veo muy diferente o inadaptada…
…es posible que deprima mi deseo de vinculación profunda y salte de una relación superficial a otra o que, directamente, no tenga relaciones. De cualquier forma, intento evitar el miedo a ser descubierta como defectuosa.
5. Relaciones y corazas
Ya ves, las heridas de edades tempranas van forjando nuestra coraza.
Tiene que ser dura para protegernos de nuestros miedos más profundos, que, a nivel general, suelen ser:
«No valgo»
«No puedo»
«No merezco»
Conectar con esto duele, por eso nos escudamos bajo nuestras corazas.
Pero, paradójicamente, relacionarnos desde allí nos expone a mucho sufrimiento y bucles que se nos repiten una y otra vez.
Reprimirte, sacrificarte y dejarte de última no favorece a nadie. Tampoco funciona para evitar la desdicha, la crea.
Elegirte a ti misma no significa que no ames, compartas y cuides de tu gente.
Significa que priorices tu amor propio y autocuidado para que puedas vincularte desde un espacio
más honesto, sano y, sobre todo, más tú.
No te agobies con tanta información, esta es una visión muy general.
Profundizaré poco a poco en el tema de las relaciones para que puedas reflexionar y actuar en las tuyas, que para eso está el conocimiento, para usarlo.
Relacionarse de manera consciente es un acto revolucionario. ¿Qué te motiva a unirte a nuestra revolución? Cuéntamelo, si te apetece, en comentarios.
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